Supongo que a ellas (hermanas de la novia) también les habrá pasado. El
síndrome del folio en blanco. No saber qué escribir. Borrar una frase tantas
veces que le acabamos teniendo miedo, por si ya nunca más aparece otra que la
sustituya. Pero, es curioso, cuando te empiezas a enfadar con tu propia
inspiración es cuando ella te da la mano. Es algo mágico. Hace sólo un segundo,
todo lo que ahora fluye parecía imposible.
Tan imposible como no recordar. Porque reconozcámoslo:
la memoria es algo que siempre nos acompaña. A veces, como una bonita melodía.
Otras, como el trueno que precede a la lluvia. Cada uno elige qué versión es la
que prefiere para sus recuerdos. Pero aunque todos tengamos a una persona
ausente hoy, creedme, yo prefiero quedarme con un pasado repleto de música y no
con un pasado repleto de llanto. Cualquier otra opción, en este momento, sería
imposible.
Insisto. Es imposible no recordar. No recordar
gestos, miradas, sonrisas. Historias. Y aquí estáis Jorge, Rosa. Rodeados de
gente que os quiere. Rodeados de millones de recuerdos que afloran.
Es imposible mirarte, Rosa, y no pensar en algo muy
especial: que puedo considerarte una amiga. Es imposible olvidar aquellas
primeras discusiones de sobremesa que yo ya sabía que iba a perder. Esos
aperitivos. Esas conversaciones. Esos consejos tan duros como acertados que
siempre me diste.
En fin, por qué no decirlo, era imposible imaginar
que acabarías siendo tan especial en nuestras vidas cuando sólo eras una
pequeñaja con un violín lleno de sueños.
Ese violín sigue sonando. Esta vez, acompañado.
Rebosantes los dos de ilusiones. Una obra maestra. Si alguien se enfrentó con
dudas a la partitura, aquí tiene la respuesta: no era imposible.
En cuanto a ti, Jorge…
Os confesaré algo a todos. Este chico es tan
especial que ha sido capaz de dejarme mudo. No saber qué decir, qué recordar…
El síndrome del folio en blanco del que os hablaba, apareciendo ante los ojos
asustados de alguien que se gana la vida escribiendo. Es así y no me importa
admitirlo. Lo nunca visto. Lo imposible. Pero al final los sentimientos que
emergen del cariño le ganan siempre la batalla a los que van de la mano de la
rutina.
Y por eso, encuentro un hueco para los recuerdos.
Imposible olvidar a ese niño travieso al que un día tuve que encerrar con llave
en un armario. Imposible olvidar esos viajes, modestos al principio, pero que
con el tiempo se han convertido en algo que nos distingue. Imposible olvidar
esos domingos de mayo, tan mágicos, que tanto nos unieron. Imposible olvidar
esas comidas de primos con guitarra y calçot, esos domingos familiares de
verano con mucho vino y poco silencio. Imposible olvidar tantas cosas…
¿Sabes qué? Estoy feliz. Por ti, por Rosa, por todos
los que estáis aquí. Papis, hoy también es vuestro día. Bailad, cantad,
emocionaos… Os lo merecéis. Y si acecha un mal pensamiento, recordad: sólo hay
un arma más poderosa que una sonrisa… otra sonrisa.
Y ese último consejo vale para todos. Sobre todo
para vosotros dos. No perdáis nunca esa alegría que nos contagia ni esa locura
que nos fascina. Os hace únicos.
Jorge, Rosa: sed muy felices.