lunes, 14 de septiembre de 2015

Elegir muerte

No entiendo que la gente decida querer morir.

Cada día mueren millones de personas al igual que nacen otras. Todos hemos nacido y todos moriremos.

Pero no depende de nosotros.

Pensando sobre la muerte y la posibilidad o no de elegirla, me vienen a la cabeza momentos en que una persona pueda decidir querer morir.

Los hay y siempre los habrá.

Hay situaciones muy duras en este mundo.

Momentos de desesperación extrema. Gente a la que dejó de servirle su cuerpo como medio de vida y vive prisionero en él. Personas que aunque haya un sol inmenso que nos alumbra su mente no les deja ver luz.

Pero, ¿no hay solución?

Vivir de muy cerca dos muertes inesperadas te hace aprender muchas cosas. Perder a seres queridos sin aviso te hace replantearte y pensar sobre por qué estamos aquí y qué es exactamente la vida.

Vivir es existir. Ser. Estar. Pero, ¿es suficiente existir para querer vivir?

No voy a entrar en temas legales sobre la decisión de elegir muerte porque creo que ahí está la política que, mejor o peor, toma y tomará decisiones según el color que hondee en los votos.

Me gustaría reflexionar sobre esos casos en los que, teniendo una vida a simple vista "normal", se elige muerte.

¿No había otra opción?

Y sobretodo, ¿ qué pasa con las personas que se quedan y te querían?

¿Estamos tratando bien a las personas que sólo pueden ver nubes grises a su alrededor?

¿Sirve medicar y engañar al cuerpo y a la mente?

No tengo ni idea de la respuesta de las dos últimas preguntas pero estoy segura que el dolor de una muerte inesperada sea intencionada, por enfermedad o por accidente trunca muchas existencias de aquellos que siguen teniendo la propiedad de vivir.

No es fácil quedarse.

Tampoco lo debe ser irse.

Pero esperemos que, mientras haya esperanzas, fuerzas y oportunidades de una vida digna, elegir muerte solo forme parte de un chiste malo al que nunca encontraré la gracia.





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