lunes, 10 de diciembre de 2012

Iván Senent


Llego con ganas. Aparco. A lo lejos, ya distingo a Iván moviéndose de un lado a otro del salón.


Ir a su negocio siempre es un placer. Un pequeño oasis o spa dentro de una avenida de la Vall d'Uixó o dentro de nuestras ajetreadas vidas.


De todas maneras, estoy segura de que cualquier cosa que gestionase le iría bien. Sabe lo que cuesta un peine (nunca mejor dicho) y le gusta trabajar con humildad y respeto.


Volviendo a mi experiencia como cliente tengo que admitir que salgo del local con la autoestima y el ego subido.


Nada más entrar te guardan el abrigo y el bolso para que te olvides de todo por una hora.


Me recuerda a la casa azul. Todo blanco impoluto y unos lava cabezas como venidos del futuro.


Me siento delante del espejo.
  • ¿Qué hacemos?
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  • Cortar pero no mucho, ya sabes, las puntas.
  •  
  • Que poco arriesgada eres... Vale, no cortaremos mucho pero le daremos forma.
  •  
  • Me parece bien.

Me deja en manos de sus chicas.


Pasamos a la zona del placer. Cuatro lava cabezas blancos con un aura de cromoterapia en una zona acristalada con un agradable olor y un hilo musical relajante que te invita a dejarte llevar.


Las manos de la chica son mágicas y todos los productos huelen genial.


Cierro los ojos pero al mismo tiempo me apetece mantenerlos abiertos para evadirme en el cambio cromático de colores que tengo abarcando toda mi visión.


Me encanta que me toquen el pelo.


La temperatura del agua es perfecta.


Los dedos de la chica recorren todo mi cuero cabelludo.


Un lavado. Enjuague.

De nuevo champú. Otra vez agua.


Me pregunta si quiero hacerme algún tipo de terapia capilar. Hidratación, fuerza, volumen...

¿Cómo resistirse a permanecer en ese oasis un rato más?

Vamos a por la hidratación.


Y ahí empieza el verdadero placer.


El sillón en el que estoy sentada empieza a hacer movimientos en mi espalda, culo y piernas. Como las olas del mar. Ondas que recorren mi cuerpo mientras la chica empieza un masaje de cráneo con la mascarilla que, si no fuera porque recuerdo que estoy en una peluquería, estaría gimiendo de placer.

No quiero que termine nunca. Desgraciadamente, ningún placer es eterno.

Me dice que va a ponerme una toalla de vapor. Está calentita. Tengo que estar así diez minutos.

Cierro los ojos.

De repente me coge las manos. Esto ya no me lo esperaba. Un increíble masaje de manos, tumbada en un sillón de masaje y con una toalla de vapor en la cabeza. Esto es el paraíso.


Me deja unos minutos sola.


Pasamos a la recta final de la urna del gusto.


Me aclara la mascarilla con agua ionizada y me envuelve el pelo con una toalla al estilo reina de Saba.


No quiero levantarme ¿No puedo volver a lavarme el pelo?


Vuelvo al centro de la sala. Iván me espera allí.


En verdad, todo esto han sido los preliminares. Lo importante es el corte de pelo pero... ¿qué os voy a decir yo que no sepáis de los preliminares?... muchas veces son más importantes que el propio acto.


Iván tiene mucha práctica, no vacila. Corta, peina, mueve, toca.


El pelo tendría que crecer más rápido para poder pasar todos los meses por sus manos.


Cinco dedos. Necesitaba sanear. Mucho pelo por el suelo que desaparece en un abrir y cerrar de ojos. La limpieza y el orden ante todo.


Pasamos al secado. Hemos decidido hacerlo a secador y puntas con movimiento.


Pide ayuda. Dos de las chicas cogen secador y cepillo.


Tenéis que probar que os sequen el pelo a seis manos. Una pasada.


Te dejas llevar. Te estiran de un lado, del otro, de detrás y poco a poco vas viéndote más y más guapa hasta que, por arte de magia, te das cuenta que te han hecho un peinado precioso, que tienes un pelo deslumbrante y que simplemente con las manos, algunos útiles y productos, te han hecho sentir la chica más guapa del mundo.



Gracias cari, eres un hair artist.
 
 
 
                           
 

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